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Mezclar un poco de opio, rábano, caca de paloma, añadir remolacha, una pizca comino y ¡listo!
Esta era la receta del médico griego Hipócrates para combatir la caída del pelo. Desafortunadamente este mejunje no funcionaba en absoluto e Hipócrates se quedó tan calvo que la pérdida excesiva de cabello ha pasado a conocerse como calvicie hipocrática.
Desde la Antigua Grecia, la pérdida del pelo de la cabeza nos preocupa. Y no es para menos. En la actualidad, la alopecia androgenética, coloquialmente conocida como calvicie común, afecta aproximadamente al 50% de los hombres y, en menor medida, también a mujeres –generalmente después de la menopausia.
Nadie podría haberse imaginado que la solución a este asunto podría encontrarse en un pueblo remoto de la República Dominicana llamado Las Salinas. Allí, muchas familias tienen hijos que nacen con genitales ambiguos a los que se les conoce como güevedoce. Estos niños son genéticamente masculinos, pero su aspecto físico es femenino y son criados como niñas hasta los 12 años. A esta edad, cuando entran en la pubertad, estas personas desarrollan musculatura masculina, les cambia la voz y les crece el pene. De hecho, güevedoce significa literalmente “pene a los doce”.
Güevedoces. Imagen obtenida de fuente.
Atraída por esta singular condición, la Dra Julianne Imperato-McGinley se dirigió a esta zona del Caribe a principios de los 70, dispuesta a estudiar el curioso caso de los güevedoce. Y tras una exhaustiva investigación médica, las primeras conclusiones empezaron a vislumbrar el misterio que los rodeaba.
Resulta que, cuando somos embriones, no tenemos órganos sexuales definidos hasta los dos meses. En ese momento, si el bebé tiene cromosomas Y, se liberará testoterona (T) a una estructura denominada tubérculo genital. Allí, la testosterona se transforma en dihidrotestosterona (DHT), que es la encargada de convertir el tubérculo en un pene en lugar de en un clítoris. Imperato-McGinley descubrió que los güevedoce tienen una deficiencia congénita en la enzima que transforma la hormona T en DHT, por lo que estas personas parecen niñas a pesar de tener cromosomas Y hasta que entran en la pubertad –momento en el que llega una nueva oleada de testosterona.
Cuando la doctora compartió sus hallazgos en 1974 en una de sus conferencias en Nueva York, el Dr. Roy Vagelos, de la compañía Merck, se dio cuenta de que bloquear la transformación de T en DHT podría resultar muy beneficioso, ya que un nivel elevado de esta hormona suele derivar en un aumento del tamaño de la próstata. Y así ocurrió. Dieciocho años después, en 1992, tras quince años de investigación en los laboratorios y otros tres en ensayos clínicos, Merck sacó al mercado la finasterida. Este fármaco era capaz de bloquear la formación de DHT –como les ocurre a los niños güevedoce– y, en consecuencia, eficaz para tratar la próstata de tamaño aumentado. La finasterida se convirtió así en la pastilla para controlar la próstata, generando beneficios económicos millonarios a la farmacéutica. Curiosamente, la mayoría de los pacientes que tomaban 5 miligramos de finasterida al día regresaban a la consulta médica describiendo un claro efecto secundario: les crecía el pelo. Algo explicable bioquímicamente, ya que la hormona DHT, además de aumentar el crecimiento prostático, también activa la calvicie en los folículos pilosos. Así las cosas, la directiva Merck decidió entonces comenzar un nuevo estudio clínico con la finasterida que se aprobaría en 1997 por la FDA. Tomar 1 miligramo de finasterida al día (de nombre comercial Propecia®) pasó a entonces a ser uno de los pocos tratamientos farmacológicos disponibles para la calvicie.
Finasterida.
Según su médico, la finasterida es la responsable de que el presidente de los EEUU, Donald Trump, luzca ese pelazo cada día. Sin embargo, el uso de la finasterida es controvertido debido a la aparición de otros efectos secundarios. Como la DHT está relacionada con ciertos procesos de la próstata, no es de extrañar que entre los efectos adversos se encuentre la pérdida de apetito sexual, impotencia, trastornos de erección y eyaculación y, en algunos casos, confusión e incluso depresión.
Los consumidores de finasterida asumen toda una suerte de efectos secundarios que ponen de manifiesto una verdadera preocupación social por la calvicie, un condición muy común que a fin de cuentas resulta ser un problema más estético que terapéutico. Se trata de una inexorable realidad que se cierne sobre hombres y mujeres, que sabemos que tarde o temprano llegará, pero que parece afrontarse de otra forma si el viento te peina la melena.
Referencias
Andy, G., John, M., Mirna, S., Rachita, D., Michael, K., Maja, K., Aseem, S., and Zeljana, B. (2019). Controversies in the treatment of androgenetic alopecia: The history of finasteride. Dermatol Ther 32, e12647.
Marks, L.S. (2004). 5α-Reductase: History and Clinical Importance. Rev Urol 6, S11–S21.
Zito, P.M., and Syed, K. (2019). Finasteride. In StatPearls Treasure Island (FL): StatPearls Publishing.
BBC News (2015). The extraordinary case of the Guevedoces. Available at: https://www.bbc.com/news/magazine-34290981.