Aunque la gran mayoría de los fármacos se obtienen por síntesis química, muchos proceden de la naturaleza, concretamente del reino vegetal. Son muchas las drogas que se hallan se contenidas en las plantas, desde compuestos antitumorales o antibióticos, como la vincristina o la penicilina, hasta analgésicos como la aspirina, la morfina o la heroína.

Las antiguas civilizaciones de Oriente, Grecia y Egipto recurrieron a las plantas con el fin de obtener remedios para la salud durante milenios. También en la India y en el sureste asiático, la botánica ha sido la fuente principal de moléculas terapéuticas y sacramentales. Y no fue hasta el siglo XIX, con los avances en los procesos de la Química Orgánica, cuando se sentaron las bases de la Farmacología moderna. Por primera vez en la historia, los humanos fuimos capaces de aislar los principios activos de las plantas. Así, del sauce se extrajo la aspirina, de la planta del café se extrajo la cafeína y de la belladona, la atropina. No es lo mismo manejar una planta que la molécula que causa los efectos ya aislada. Por ejemplo, la planta del café contiene una proporción pequeña de cafeína. Conocer el ingrediente activo de la planta, y el porcentaje al que se encuentra, supuso un progreso enorme en cuanto a dosificación, puesto que esto permitía saber las cantidades exactas de transporte, almacenamiento y, por supuesto, de seguridad. Desde entonces, los humanos sabemos con mayor certeza la cantidad de droga que debemos aplicar para provocar un efecto deseado –y no causar un efecto indeseado.  Esto es lo que se conoce como margen de seguridad.

El gran Antonio Escohotado explicaba el concepto de margen de seguridad con una de las drogas más conocidas del mundo: el alcohol. Primero tenemos que definir cuál es la dosis normal estándar del alcohol. Pongamos que se trata de ginebra y la dosis estándar es la que se pone en una copa con tónica. Y segundo, definamos una unidad de tiempo; por ejemplo, dos horas.

Pues bien, ¿cuántas copas de ginebra con tónica podemos tomar en dos horas antes de entrar en un estado de inconsciencia o daño hepático grave?

¿Diez? Puede que demasiadas… ¿Ocho quizás? Probablemente también sea demasiado. ¿Seis? Nos vamos acercando. ¿Cinco? Posiblemente. A partir de cinco, la mayoría de las personas pueden ponerse muy enfermas, aunque siempre habrá otras que logren procesarlo. Así que podríamos decir que el alcohol, con esta dosis estándar que hemos establecido, tiene un margen de seguridad de cinco.

¿Cuánto margen de seguridad tiene, por ejemplo, el paracetamol? Resulta que está alrededor de cuatro. Es decir, cuatro píldoras de paracetamol de 1 g, que sería la dosis estándar, pueden ocasionar daños irreversibles en el hígado e incluso la muerte. 

El margen de seguridad de la aspirina es de ocho dosis estándar por cada 24h y el de la heroína, unas treinta. Curiosamente el margen de seguridad de la LSD (dietilamida de ácido lisérgico) es infinito. Esto es, la diferencia entre la dosis mínima activa y la dosis mortal es infinito; no se conoce. Una vez se administraron enormes cantidades de LSD a un elefante, el equivalente a cinco mil dosis estándar, pero no consiguieron fulminarlo.

Referencias

(Bulletin of the Psychonomic Society July 1984, Volume 22, Issue 1, pp 53–56 | LSD-induced effects in elephants: Comparisons with musth behavior.)